6 de febrero de 2013


Suspensión.. es la mejor palabra que se me cruza en este instante. El deseo de la suspensión es tan grande que imaginaría ser una pluma de ave que se desprende en el aire y comienza a bailar lentamente. Danzar un blues al atardecer junto a las partículas del aire que solo logran verse con los haces de luz del sol. Mientras el sol nos protege del invierno tanto a mi como a las partículas nos saludan otras aves compañeras de mi dueña volando al rededor nuestro. Estamos todos tan distraídos que nos olvidamos que el sol fue cubierto por nubes grises que desean acompañarnos. Todas tan ansiosas por vernos que comienzan a amontonarse y lastimarse brutalmente entre ellas mismas, sensibles comienzan a llorar. Esas lágrimas dieron pie a bajar a tierra aún más rápido de lo pensado. Algunas partículas se quedaron allá arriba admirando los bordes de las nubes iluminadas por el atrevido sol. Entre ellas logran consolarse y se calman dándole lugar al sol para incluirlo a él también. Ahora un gran empujón me hizo dar vueltas y vueltas, en esas idas conocía a más amigas partículas de otros aires. Ellas me cuentan que ese travieso y juguetón que me empujó fue Viento que anda con ganar de conocernos a todas. Las nubes se alejan y queda solo el sol y Viento con nosotras. Me cuentan las partículas que a las nubes no les agrada el señor Viento, tratan de evitarlo cuanto pueden y se van. Lo entiendo por ellas, Viento es un poco insoportable pero eso no quiere decir que sea malvado. Fue él mismo que me ayudó a llegar a tierra. Ni bien llegué el sol no tenía más nada que hacer ahí, ya me había conocido a mi y a mis amigas que andaban deambulando cerca mio por el aire. En la oscuridad me eché a dormir para luego despertar de este lindo y esperado sueño.

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