21 de octubre de 2012

Luego de un buen asado familiar, los abuelos se van, los tíos se despiden. Se encuentran muchos platos, cubiertos, y vasos para lavar. Bandejas con sobras de comida esperando para guardar. El día se nubla. Reviso el celular, nada. Mi hermana se prepara una mochila, se va del novio. Mi mamá abraza a mi papá y se dan un beso. Yo sentada en la mesa sin hacer nada. Mi mamá le alcanza a mi papá las cosas de la mesa pasa lavar. Yo sentada observando a Lola, mi perra, durmiendo con la lengua afuera. Mi hermana se va. Mis papás terminaron de limpiar todo y se empiezan a preparar para salir a algún lado. Reviso el celular nuevamente, nada. Miro la ventana, llueve. Mi casa sóla al fin. ¿Al fin? Estoy sóla. Sóla en casa. Reviso el celular por tercera vez, nada. Apago las luces de toda la casa y voy a mi pieza. Oscuridad, mucha. Me acuesto boca arriba y observo y techo. Imagino mi hermana viajando en colectivo a ver a su novio. Mis papás en el auto escuchando Jazz. Y yo.. yo acostada en plena oscuridad. Comienzo a darme cuenta que extraño. Extraño algunas costumbres que con este tiempo olvidé por completo. Sólo las costumbres, los hechos. Eran costumbres que ocupaban los vacíos de los domingos por la tarde y por la noche. Este tiempo estuve realmente muy bien, obtuve otras costumbres muy buenas hasta capaz mejores que las anteriores. Y si bien las sigo conservando, hoy sentí que me falta algo. Que no lo obtengo todo como yo creía. Una parte de mi se encuentra vacía, sin alma. Luego de un par de horas en las cuales dormí, todo volvió a la normalidad. Esa normalidad que antes era anormal. Hoy es mi normalidad, mi habituad. Pero aún sigo con esa sensación de vacío. El vacío del domingo.

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