27 de marzo de 2012

"Ahora lo vas a pensar dos veces antes de sacar una fotito, ¿no, pibita? Vas a tener que aprender que no podés jugar con ciertas cosas." fué lo último que les escuché decirles. Después nos separaron y le perdí el rastro. Todavía me llega ese olor nauseabundo de la fábrica y los gritos de Florencia, es un recuerdo tan claro que siento estar ahí todavía.

No podía más, sentía que me moría de adentro hacia afuera. No sé si era un deseo o si realmente algo se estaba pudriendo dentro mio. La sensación era intensa y horrorosa. Los ruidos eran desgarradores, se escuchaban gritos y fuertes golpes durante todo el día. La sensación de terror era constante.

Yo estaba deteriorándome lentamente. La incertidumbre, la confusión, el maltrato físico y psicológico, la falta de agua y de comida...todo me estaba dirigiendo a un infierno del que no podía salir de ningún modo.
Al parecer Florencia había hecho algo que no debía, y por eso estábamos ahí. Después de unos días dejé de comprender lo que pasaba a mi alrededor. Mi entendimiento estaba completamente estropeado y ya no me quedaban fuerzas para nada más.

Ella había hecho algunos trabajos fotográficos documentales para el centro de estudiantes de la universidad. Pero ninguna de las dos llegó a comprender de qué fotos hablaban esos tipos, pero por ellas nos fueron a buscar la noche del jueves mientras entrábamos a casa. Recuerdo que veníamos riéndonos y antes de que llegue a meter la llave en la cerradura cuatro tipos nos arrastraron por la fuerza hasta un auto, amarrando nuestras manos y tabicando nuestros ojos. De ahí en adelante no pude ver nada más.
Los días eran infinitos. Durante esa semana no tuve noticias de Florencia, hasta el día en que nos tiraron en el mismo calabozo, no sé si por error o si se trataba de una despedida. Esa vez me levanté el "tabique", nunca antes lo había hecho, me daba pánico ver lo que había a mi alrededor. Florencia estaba irreconocible. Entre los golpes, la sangre, la pérdida de peso, del color, de vida, parecía otra persona. No podía ni hablarme, tenía terror de decir algo y volver a ofender tremendamente a alguno de los guardias. Ella no sabía lo que querían, pero la ponía muy mal saber que yo estaba ahí por su “comportamiento opositor”.

Con lo poco que me quedaba de fuerza mental y emocional traté de aliviarla. Al parecer ella había sufrido un trato muchísimo más violento y necesitaba de mi para resistir. Solo llegué a decirle unas pocas palabras antes de que se la vuelvan a llevar. Me puse el “tabique” rápidamente y nos quedamos quietas, petrificadas. Cada vez que la puerta del calabozo se abría ingresaba una pestilencia desagradable e infernal, era el terror ingresando por la puerta. Florencia lloraba, una vez más, pero esta vez era un llanto cansado e infinitamente triste.

Al día siguiente me liberaron amenazándome de que si hacía o decía algo me iban a volver a buscar y “¡las vas a pagar todas, vos y tu hermanita!”. También me hicieron firmar un papel que no me dejaron ver.

Tenía la esperanza de volver a casa y encontrármela, pero no sucedió. Todavía llamo a cada uno de sus amigos diariamente y sin falta a ver si alguno sabe algo de ella.

Por más que intente recordar no me queda nada más que el olor y los ruidos de la fábrica (puedo inferir que eso era ya que cumplía con todas las características). No encuentro manera de siquiera imaginar dónde podría estar y en qué condiciones.

Espero volver a casa y que estés acá, vieja, para ayudarme con todo ésto. La idea de que vos estés en la misma, en cualquier otro lugar, me está matando. Te dejo esta nota porque ya no sé qué puede ser de mi de ahora en adelante. Ojalá todo este bien pronto.

Te amo, vieja.

Agus.

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